SSD y almacenamiento a largo plazo: qué tan seguro es archivar datos críticos en unidades de estado sólido

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Las unidades de estado sólido (SSD) se han consolidado como la opción estándar en ordenadores de escritorio y portátiles gracias a su alta velocidad y menor consumo energético frente a los discos duros tradicionales (HDD). Sin embargo, cuando el objetivo es el almacenamiento a largo plazo y el archivo de datos críticos, los SSD presentan limitaciones técnicas que conviene conocer para evitar pérdidas de información difíciles o imposibles de recuperar.

Cómo almacenan la información SSD y HDD y por qué importa para el archivo

Los HDD guardan los datos en platos magnéticos. Mientras el recubrimiento magnético se mantenga estable y el disco se almacene en condiciones ambientales razonables, la información puede conservarse durante muchos años, incluso décadas. Los riesgos principales están relacionados con factores mecánicos: golpes, corrosión, fallo del motor al encender tras largos periodos de inactividad o cabezales dañados.

Los SSD, en cambio, almacenan la información en celdas de memoria flash NAND, que retienen un determinado nivel de carga eléctrica. Esta memoria es no volátil, es decir, los datos no desaparecen al desconectar la alimentación. No obstante, la carga se va disipando con el tiempo y, si el dispositivo permanece años apagado, se produce una degradación progresiva de los datos, con errores de lectura cada vez más probables.

Conservación de datos en SSD sin alimentación: QLC, TLC, MLC y SLC

Los estándares de la industria, como las especificaciones JEDEC, y la documentación de los fabricantes proporcionan estimaciones de la llamada “retención de datos”: el tiempo durante el cual un SSD puede mantener información íntegra sin alimentación, bajo condiciones de temperatura normales (alrededor de 25–30 °C).

En NAND QLC (4 bits por celda), habitual en SSD económicos y de gran capacidad, la retención garantizada suele rondar aproximadamente 1 año, aunque en la práctica y con controladores modernos puede alcanzar en torno a 2–3 años si el dispositivo se almacena correctamente.

La NAND TLC (3 bits por celda), la más común en SSD de consumo, ofrece en condiciones óptimas hasta unos 3 años de almacenamiento sin alimentación antes de que el riesgo de errores no corregibles aumente de forma significativa.

Las celdas MLC (2 bits por celda), presentes en soluciones profesionales más antiguas o de gama alta, se sitúan en torno a los 5 años, mientras que la SLC (1 bit por celda), orientada a entornos industriales y sistemas embebidos, puede superar los 10 años de retención de datos.

Estas cifras son aproximadas, no garantías absolutas. Una temperatura elevada de almacenamiento acelera la pérdida de carga eléctrica en las celdas NAND y reduce drásticamente la conservación de la información. Archivar un SSD en un trastero caluroso o en un entorno sin control térmico aumenta notablemente el riesgo.

Por qué un SSD de consumo es una mala idea como único soporte de archivo

La mayoría de los SSD de usuario final utilizan NAND TLC o QLC. Son excelentes para sistemas operativos y trabajo diario, pero poco adecuados como único soporte para un archivo que se guardará años sin conectarse a la corriente. Si un SSD permanece 2–3 años o más apagado en un cajón, la probabilidad de errores irrecuperables crece con el tiempo.

En situaciones extremas, el controlador puede encontrar tantos bloques corruptos que la unidad resulte parcialmente o totalmente ilegible. Para un usuario doméstico esto puede traducirse en la pérdida definitiva de fotos familiares, mientras que para fotógrafos, videógrafos, investigadores o empresas podría suponer la desaparición de información única y de alto valor económico o legal.

Escenarios de riesgo en almacenamiento a largo plazo con SSD

El escenario más delicado es el uso del SSD como “estantería digital”: se copian los datos una vez y el dispositivo se guarda durante meses o años sin volver a encenderlo. En este modo, un HDD suele comportarse de forma más predecible, siempre que se eviten golpes y humedad, mientras que el SSD depende de la estabilidad eléctrica de sus celdas.

En equipos que se encienden con regularidad, el riesgo es mucho menor: el SSD recibe alimentación con frecuencia, el controlador puede refrescar información interna y aplicar algoritmos de corrección de errores, y la mayoría de incidentes de pérdida de datos se relacionan más con picos de tensión, fallos de alimentación, defectos de fabricación o malware que con la mera retención de datos en reposo.

Límite de ciclos de escritura y degradación de la memoria NAND

Otro factor crítico es el número limitado de ciclos de escritura que soporta cada celda NAND. Tras un determinado volumen de reescrituras, la celda se degrada y aumenta la tasa de errores. Los controladores de SSD incorporan técnicas avanzadas de wear leveling (reparto de desgaste) para alargar la vida útil del dispositivo, pero no pueden eliminar por completo estas limitaciones físicas.

Desde la perspectiva de la ciberseguridad y la gestión de la información, confiar datos esenciales a un único soporte que además está cercano a su fin de vida útil es una práctica de alto riesgo, independientemente de que se trate de SSD o HDD.

Buenas prácticas de protección: regla de copia de seguridad 3-2-1

La estrategia más eficaz para preservar información sensible no consiste en buscar el “soporte perfecto”, sino en diseñar un plan de copias de seguridad robusto. El enfoque más recomendado por profesionales y organismos especializados es la regla 3-2-1 de backup:

3 copias de los datos: una copia primaria y, al menos, dos copias de seguridad independientes.
2 tipos distintos de soportes: por ejemplo, SSD para trabajo diario y HDD o cinta magnética para archivo; o bien NAS con HDD combinado con almacenamiento en la nube.
1 copia fuera de la ubicación principal: en la nube, en otro edificio u otro centro de datos, para proteger frente a incendios, robos, inundaciones u otros incidentes físicos.

En la práctica, una arquitectura frecuente combina un equipo principal con SSD para rendimiento, un NAS con HDD para copia local y un servicio en la nube para copia externa cifrada. En este esquema, el SSD no se utiliza como archivo a largo plazo, sino como soporte rápido para producción.

Para aumentar la resiliencia frente a ciberataques, especialmente ransomware, es recomendable añadir copias inmodificables (immutable backups), cifrado de la información sensible, controles de acceso estrictos y pruebas periódicas de restauración para comprobar que las copias de seguridad son realmente utilizables.

Antes de confiar un archivo crítico a un SSD de consumo en modo “escribir y olvidar”, conviene valorar alternativas más seguras como HDD de calidad, librerías de cintas o la combinación de varios soportes y ubicaciones. Revisar periódicamente la integridad del archivo, migrar los datos a nuevos dispositivos cuando sea necesario y aplicar de forma rigurosa la regla 3-2-1 permite reducir al mínimo el riesgo de pérdida de información, incluso cuando en la ecuación entra un SSD.

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